La política y el mundo están cambiando a pasos agigantados y mientras se asesina en nombre de la religión o se prohíbe en nombre de valores anacrónicos, la ciudadanía siente cómo y de qué manera se van mermando sus derechos ante la ley, los servicios y la vida cotidiana al fin.
Los nubarrones negros que se han posado sobre nuestras cabezas durante estos cuatro años de gobierno del PP, acabaron por retrotraernos a debates que parecían de otro siglo, aquel en el que nos sumió el franquismo y su falso sentido de la moral a la vez que nos metía la mano en los bolsillos a cada uno de los habitantes de este país.
En los próximos meses nos chocaremos ante la paradójica disyuntiva de volver al pasado para recuperar todo aquello que la derecha nos ha quitado y de dar un paso hacia el futuro para modernizar una administración caduca en muchos sentidos y que necesita un vuelco hacia la transparencia total para que los valores de la democracia habiten con orgullo en cada uno de nuestros hogares.
El odio se combate con libertad, el malestar social con más igualdad y la opacidad con luz sobre los hechos y la vida política en cada uno de nuestros días de gestión o velando, desde la oposición, por los espacios que construimos durante las pasadas tres décadas.
La discusión, por tanto, no debe ser con quién y cómo se gobernará un mapa político atomizado, sino qué partidos y quiénes estamos dispuestos a tomar decisiones que primero recuperen todo lo perdido y segundo que ahonden en el campo de la igualdad y del crecimiento equitativo.
No es una cuestión de cargos sino de qué decisiones tomar para que la ciudadanía sea la única y verdadera protagonista del bienestar que podamos construir en un espacio público modernizado, sí, pero resaltando la igualdad como piedra filosofal de todo acuerdo posible.
El socialismo está preparado para gobernar en solitario porque su capacidad transformadora es equivalente a la revolución pacífica que iluminó España en los gobiernos del PSOE. El socialismo está preparado para gobernar, también, en compañía de todas las fuerzas progresistas capaces de distinguir entre estrategia política y sociedad igualitaria como objetivo real.
Debemos agradecer que los españoles decidan seguir buscando en la izquierda las soluciones para sus conflictos. Allí, en ese abanico ideológico, nos debemos encontrar todas y cada una de las fuerzas que encarnamos, con matices, el valor supremo de toda búsqueda política humanista: la igualdad. Y en la igualdad, generosos y con la vista puesta en el futuro, nos debemos encontrar. Todo lo demás sería un juego de tronos indigno para el momento en el que vivimos. Yo no estoy dispuesto a jugar con la gente. El socialismo cacereño y extremeño tampoco.
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