miércoles, 14 de noviembre de 2018

No somos Los Santos Inocentes

Recordarle a la gente el progreso obtenido en 40 años de democracia es, a estas alturas, tomarles el pelo. Hacerles creer que somos una región hundida en el desconsuelo es, humildemente, faltarnos el respeto a todas y todos, y negar por pose intelectual, que estamos avanzando y luchando contra el eterno olvido de una España que fue tragedia y vio la luz, igual que Extremadura, pero con años de centralismo favorecedor del que nuestra región no participó más que como mano de obra, es mezquino. Por cierto, mano de obra exiliada que levantó ciudades que hoy intentan erigirse como ejemplo de cosmopolitismo separatista, valga la estúpida y realista paradoja.

Dicho esto, es de recibo gritar a los cuatro vientos que Extremadura mira al futuro buscando nuevas puertas a un progreso definitivo para converger en una geopolítica compleja que va mutando en los subterfugios de un mundo que marcha al colapso por la pobreza, la injusticia y la indiferencia.
Hace mucho tiempo que, gracias a nuestra lucha, nuestras reivindicaciones y los liderazgos regionales, hemos dejado de ser Los Santos Inocentes, triste novela de Miguel Delibes que describía la realidad del campesinado extremeño explotado por el caciquismo franquista.

Pero hacer referencia a ello hoy, cuando las nietas y nietos de las y los explotados y analfabetos jornaleros de entonces, son médicas, abogados, ingenieras, maestras…es un insulto a la voluntad de miles de paisanos que dieron hasta su última gota de sudor por cambiar esta tierra hasta conseguir lo que hoy somos y conseguirlo con lo que teníamos, que no era petróleo, ni mar, ni infraestructuras. Sólo teníamos ganas de progresar y progresamos, más lentamente sí, pero sin dejar a nadie en la cuneta.

Hoy, nuestros retos son diferentes. Hemos sufrido cuatro años de un gobierno basado en el humo del marketing que anunciaba payasadas al ritmo de cerrar comedores escolares, urgencias, cortar rutas, reducir becas y aumentar el desempleo hasta 180 mil personas.

Nos encontramos una región quebrada, con una sanidad pública valorada en el 17º lugar por sus usuarios, sin convocar oposiciones y restando a la educación recursos y profesores. En tres años y medio hemos dado vuelta todo, reabriendo urgencias, convocando oposiciones, sumando más profesores, aunque haya menos alumnado y recuperado la sanidad pública hasta el 7º lugar.

Claro que no es rentable tener un centro de salud en cada pueblo, pero el PSOE nunca midió la vida en parámetros de rentabilidad sino de mejorar hasta máximos utópicos, la vida de la ciudadanía. Ahora, hoy, buscamos conseguir un nuevo modelo de crecimiento basado en nuestras fortalezas. Por ello, la economía verde y circular puede superar para siempre nuestros problemas estructurales y por eso también aprobamos leyes para que las empresas puedan aprovechar nuestra estabilidad para crecer en conjunto.

Hace muchos años que dejamos de ser Los Santos Inocentes y no tuvimos que ahorcar al cacique sino, simplemente, ganarle las elecciones, con esfuerzo, talento y ganas de soñar una Extremadura que es mejor que ayer y peor de lo que será mañana. El PSOE va a luchar contra el tiempo para cambiarlo, como hizo siempre y siempre lo logró.

martes, 13 de noviembre de 2018

Estamos hartos

Ambigüedades constantes, falsedades recurrentes, promesas incumplidas, deslealtades, olvido, agravios comparativos… Todo eso siente y vive cada uno de los y las extremeñas que ven cómo, para muchas y muchos, no somos un territorio igual que el resto del país.

Da vergüenza ajena ver cómo para algunos, incluso para la presidenta de Adif, sólo es cuestión de “cierto desequilibrio”, vergonzoso e indignante. Da mucha rabia escuchar cómo otros, desleales con el Estado, siguen sacando tajada a costa de amenazas y políticas de desgaste. No, este no es el país que queremos y empezamos a construir después de los años aciagos de la dictadura franquista.

Hablar con la gente sobre el tren que nunca llega es oír sus quejas, su hartazgo, su desilusión para con un país al que ofrecieron su sudor, su vida, su exilio. Un país que nos olvida recurrentemente y que aún así defendemos con tesón. Pero la paciencia tiene un límite.

Acostumbrados a ver cómo, en ocasiones, los distintos gobiernos de España toman las decisiones en función del peso electoral de las Comunidades Autónomas y sabiendo que no es el mismo cuantitativamente, no podemos admitir que nuestro un país avance desde la desigualdad y la discriminación selectiva. El equilibrio territorial es garantía de progreso y el Estado está en deuda con Extremadura, aunque no seamos tantos como catalanes, vascos, madrileños o valencianos.

¿Qué habrían pensado las vecinas y los vecinos del pueblo más pequeño si la Junta de Extremadura no hubiese llevado los servicios necesarios para vivir dignamente? Exigimos lo mismo, gobierne quien gobierne en Madrid, y no vamos a parar hasta que se nos escuche, hasta que algunos funcionarios dejen de tomarnos el pelo y entiendan, de una vez por todas, que vamos en serio.

Porque este territorio, Extremadura, en el que hacemos milagros para vivir en igualdad, necesita infraestructuras para converger con un continente al que tenemos mucho que ofrecer. Porque este territorio, Extremadura, necesita ya mismo un Plan de Empleo que nos ayude a salir de nuestro drama estructural.

Exigimos justicia con Extremadura, una justicia que, aunque llegue tarde será bienvenida porque se trata de construir un país en el que no valga más una ciudadana o un ciudadano en función de dónde resida en esta España nuestra. Es inadmisible seguir soportando este agravio comparativo. Es hora de gritar basta, sin anteponer intereses políticos o electorales, es hora de plantarse de una vez por todas, es hora de no resignarse, es hora de exigir lo que nos corresponde, no somos más que nadie, pero tampoco menos que nadie y exigimos al actual Gobierno de España el mismo trato que al resto de Comunidades Autónomas.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Avanzamos

Para entender el futuro, para imaginarlo tal y como estamos esperanzados en conseguirlo las y los extremeños, es necesario recordar de vez en cuando la historia que nos precede, sobre todo la más cercana.

En 2015 nos encontramos con una región arrasada por la mala gestión y la insensibilidad social de un gobierno que se autoproclamó como el de los mejores. Claro, era propaganda, humo, falsedad e impostura. Nos encontramos con una región devastada por el desempleo, con presupuestos inflados y sin ejecutar, con una sanidad rota, con escuelas sin profesores ni becas ni comedores ni transportes y con las cuentas en números rojos.

Nuestro reto era recuperarnos poco a poco, equilibrar las cuentas y liberar a la ciudadanía de la nefasta presión de un gobierno que mintió, día a día, para intentar confundir, en vano, verdad con relato. La gente echó a Monago por incapaz, insensible y mentiroso.

¿Por qué recuerdo todo esto hoy?, simple: porque aquel hombre que mentía y hacía que sus viajes a Canarias de fiesta lo pagara la población, es el mismo que hoy se consuela saliendo a los medios, un día sí y otro también, para volver a dibujar una Extremadura que, a pesar suyo, de Rajoy, de Rato, de Casado y de Aznar, sigue recuperándose gracias al talento de su gente, al emprendimiento de sus empresarios, a la entrega de sus funcionarios y a un gobierno que escucha para ejercer la igualdad como el más firme argumento para crecer juntas, juntos, contigo.

Hay una enorme diferencia entre el PP y el PSOE. Ellos trabajan en el barro y en el bullicio con fines puramente electoralistas. Los socialistas, por el contrario, gobernamos para seguir avanzando y miramos con una mayor perspectiva el futuro que estamos construyendo. No nos quita el sueño el poder por el poder mismo, sino bajo la única y gran premisa que hemos tenido siempre: el bien común sin diferencias.

Incluir, proteger al más débil, potenciar las fortalezas para que la riqueza sea un bien a repartir y no una cuenta en B como la de Bárcenas es, entre muchas otras vías, por donde llevaremos nuestro ideario de cara a lo que viviremos en 2019. Trabajamos para crecer. Otros para vivir del cuento y, el cuento, por lo general, es una vil mentira. Allá ellos.

jueves, 8 de noviembre de 2018

El PP en las cloacas

Es hora de entender por qué el PP de este país está llevando el relato a las alcantarillas de los debates. Es hora de entender por qué esa connivencia y empatía que el PP tiene con la corrupción. Es hora de entender por qué le gustan tanto las cloacas al PP. Es hora de entender por qué la derecha, día a día, se atomiza más y más dando la posibilidad a los y las votantes de derechas optar por otras opciones diferentes al PP.

Creer que el PP ha sido alguna vez una organización ideada para reformar el país y la región desde una óptica liberal, como doctrina político-económico es, a estas alturas, bastante ingenuo. El PP, como la herencia maquillada de la dictadura que nos sumió en los peores años de nuestra historia, siempre articuló su campo de influencia alrededor de una sola concepción: poder para mandar.

Y ha sido esa mezquindad la losa de su propia hecatombe, porque la política, desde el abanico ideológico que se mire, es una forma de entender el mundo y de contemplar todas las posibilidades que se tengan, dentro del Estado de Derecho, para llevar adelante una cosmovisión de lo que somos y queremos ser como sociedad y estructura organizada.

El PP, por el contrario, decidió, como en su día la pléyade clientelar que acompañaba al nacional-catolicismo, que era mejor cambiar poco para que todo siguiera igual. Su forma de entender el poder lo convirtió en lo que todos sospechábamos y que ahora sale a la luz. Un partido con escasos principios éticos que le vale cualquier relato oportuno y oportunista para consumar una sociedad polarizada con ellos como salvadores de la patria.

Se coge antes a un mentiroso que a un cojo, dice el refranero popular y es una verdad absoluta cuando vemos aquellos que usaban al terrorismo como arma electoral, ser hoy los que continúan apuntándose a cualquier discurso que tenga en común el miedo para que la gente, ellos creen tonta, les preste atención.

El PP está desbarrancando a fuerza de corruptelas, falsedades, másters, dopaje electoral y odio. Aquí me quiero detener un segundo: nada es más inmoral que el odio como estrategia para captar votos. Y en su caída libre hacia el vacío de la irrelevancia, se aferran al miedo y al odio para cambiar el foco que la sociedad, tristemente para el PP, ya ha puesto encima de ellos.

Toda democracia seria necesita un sistema de partidos con una oferta suficiente, para que el debate sano y real nos enriquezca en la búsqueda de un futuro esperanzador, al que estamos obligados como organizaciones políticas desde la seriedad, la honradez y el talento de todas y cada unas de las personas dispuestas a edificar una sociedad mejor. Camino en el que el PP ni está ni se le espera, porque está perdido en las cloacas.