Compromiso congresual con la militancia, que el Partido es la única garantía de cambio e inclusión y porque me debo a mi conciencia y en ella sólo cabe aglutinar voluntades para seguir construyendo una auténtica alternativa de izquierdas, moderna, igualitaria, que apueste por el conocimiento y el talento como fuerza motriz de toda composición de mayorías, son razones más que suficientes para que ni me planteara estar al frente de alguna Institución.
Si volver a conseguir la confianza de la ciudadanía fue una labor épica lograda con esfuerzo humano lleno de convicciones y valores socialistas, mantener y aumentar esa confianza en nosotros, depende de nuestra capacidad de gestión y sobre todo, de nuestra cercanía con la gente. Vamos a ir pueblo a pueblo, una vez más, para tender puentes de comunicación real entre la gente y la administración, con el partido como nexo inquebrantable.
¿Por qué? Porque en el PSOE descansa la historia y los ejemplos de personas que ya no están, que se fueron pero que siguen alumbrando el camino que debemos recorrer. Nuestra conducta debe estar garantizada por un espacio transparente en la acción y no únicamente en el discurso. Vamos a ser consecuentes y a consolidar la renovación exponiendo primero nuestros valores y la capacidad del socialismo para converger en un espacio de convivencia y de modernización estructural de lo que es susceptible y amerita ser cambiado.
Tenemos retos impresionantes ante nosotros y los cimientos de la consecución de los objetivos se llaman Partido Socialista Obrero Español. Trabajaré hasta el último día de mi vida por sumar y consensuar valores que descansen en la generosidad y no en la mezquindad ni el sectarismo. Seguir la estela de Ramón Rubial es un orgullo y nada es más contemporáneo ni vanguardista que ofrecer tu sudor para que la gente viva mejor y la esperanza vuelva a estar presente en nuestra visión de futuro.
Ramón decía que hay que vivir para el partido y no del partido. Esa máxima simple y conmovedora, nos sirve para entender que la grandeza no reside en la Jefatura de Estado ni en la pomposidad de actos vacíos y alejados del sufrimiento humano. Estamos aquí, y debemos entenderlo de una vez por todas, para abrir las puertas del futuro y que por ellas entre todo el mundo que se esfuerce, sea de donde sea, venga de donde venga y tenga lo que tenga.
Tan fácil como eso. Hasta que no seamos capaces de rescatar a un niño de un hogar desestructurado y subirlo al carro de la prosperidad, hasta que haya una mujer maltratada, hasta que la igualdad no sea un rasgo cultural definitivo, hasta que un estudiante se tenga que ir al extranjero a servir copas o hasta que un mayor muera en soledad, nuestro trabajo, nuestra sed de justicia social y nuestras banderas, tendrán más sentido que nunca.
Estamos aquí para transformar la sociedad y la transformación debe viajar en un vehículo de valores e ideología, de convicciones y honestidad, de sabiduría y empeño. Por todo ello, para quien escribe estas líneas, no hay mayor relevancia y honor que seguir el ejemplo de los grandes mentores del socialismo, única y verdadera garantía de futuro, equidad y progreso. ¡Anda que no queda!
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