lunes, 5 de octubre de 2015

Las respuestas que debe dar el socialismo


Miguel Ángel Morales
Tengo la sensación de que todo cambia y que cambia tan rápido que no somos capaces de relativizar las decisiones que cada momento requiere de nosotros para saber qué hacer, cuándo y hacia dónde ir.

Ante esta sensación de transformación constante, estamos obligados a proyectar un socialismo diferente, a la altura de las circunstancias y de las necesidades de la gente. Un socialismo que apunte al futuro, sin olvidar las raíces que le hacen crecer, pero que no se actualice a golpe de estrategias coyunturales.

No hay banderas que puedan ocultar la realidad. Los errores son varios y se alternan entre concesiones, quizás obligadas, y tics reaccionarios. Es evidente que podemos recurrir al marco legal para detener una consecuencia política, pero el sentimiento exacerbado por unos y por otros, por banderas de aquí y de allí, ha desembocado en una grieta llena de "pros" y "anti".

Imaginarse un país en blancos y negros habla de la mediocridad y del fracaso de la política y de los políticos. ¿En qué alcantarilla se nos olvidaron los valores para construirnos a partir de la potencialidad de nuestras diferencias? Hemos vivido una vida entera mirándonos con desconfianza off the record, hablando catalán en la intimidad o llenando de clase obrera el progreso que sólo se adjudican ellos.

No puedo creer en un país desmembrado, pero tampoco quiero un país desigual, ni autonomías de primera y segunda clase. Es la libertad, la igualdad y también las legítimas diferencias lo que nos une y entre realidades y conflictos tenemos que encontrar la solución para generar, quizás, y subrayo quizás, un nuevo modelo de estado.
La política es el arte de los acuerdos y los acuerdos llegan con el diálogo. El socialismo que necesita España, el que debe proponer una sociedad fuera de las consignas y dentro de lo que queremos ser, requiere valentía y nivel en sus interlocutores para volver a cambiar este país.

No podemos detenernos en frases hechas, ni apelar a la simpatía para resolver complejidades a punto de llevarnos al abismo. Es imposible pensar el futuro sin altura de miras, sin valentía y sin nuestros mejores exponentes. Lo efímero tiene sus razones en la espontaneidad de los actos y cualquier temeridad puede costarnos muy caro como país, como sociedad, como alternativa.

Por tanto, es imposible entender el futuro con ocurrencias del momento. Es imprescindible mucho más y hemos de estar a la altura de la historia de unos tiempos que no serán como los pasados, sino mucho más complejos y dificultosos. Si no entendemos el problema, la solución será peor que el problema.

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