lunes, 22 de febrero de 2016

Lo importante y lo nauseabundo


Refugiados sirios y Europa
“En suma, se habla mucho del famoso transcurso del tiempo, pero nadie lo ve.”
                                  Jean Paul Sartre

Un país en el que interesa más la dimisión de una política manchada por la corrupción de su partido que la muerte de un niño en la misma orilla de la Europa de las oportunidades, es un país con problemas de salud colectiva.

Creo y realmente así lo siento, exabrupto más o menos, que la indiferencia con la que como sociedad actuamos ante el genocidio por omisión que provoca esta Europa que rescata bancos en vez de gente, nos retrata como sociedad dispuesta a fingir asombros con consignas aprendidas, pero muy poco sensible a la realidad de miles de familias destrozadas, de niños flotando en nuestras aguas y de millones de personas sin futuro.

Me indigna como ciudadano de a pie, que se le dé repercusión de solemnidad a la sarta de mentiras de la aristocrática Aguirre, a la vez que nadie moviliza su esfuerzo para aislar lo importante de lo nauseabundo.

Lo importante es construir espacios para que la gente intente mirar con esperanza un futuro que se niega a concebir soluciones. Lo importante es no andar con matices a la hora de concebir acuerdos que conformen un gobierno de izquierdas porque la verdadera responsabilidad es la de cambiar las cosas para que este sistema y sus fauces no nos sigan usando como alimento para calmar a las fieras del mercado.

Lo nauseabundo, lo que no podemos seguir soportando como población, es la indiferencia ante la muerte, el miedo que desde la derecha y sus portavoces, nos inculcan a la hora de articular ayudas humanitarias y de salvar vidas como la de nuestros hijos e hijas. ¿Qué clase de país seremos si nos olvidamos que fuimos uno en el que la hambruna y la guerra nos hizo refugiados en Francia, México, Argentina y tantos otros destinos?

Lo nauseabundo es convivir con la injusticia y reaccionar desde el sofá y las frías oficinas con un gesto de condescendencia hacia la pobre víctima ocasional. Cada uno de los muertos, cada niño que flota ante nuestro asombro pequeñoburgués, es un capítulo más escrito por la vieja Europa que no reacciona más que ante las crisis económicas.

Debemos reaccionar y ser algo más que consignas balbuceadas por estrategas de plató. Debemos actuar como seres humanos que sienten en carne propia la inmundicia moral con la que algunos y algunas actúan a la hora de salvar la vida de la gente, la de aquí y la de cualquier lugar del mundo, porque para el socialismo no hay fronteras ni trapos baratos que marquen el destino de las personas.

Aprender a distinguir entre lo importante y lo nauseabundo nos ayudará a saber qué tipo de sociedad queremos construir.

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