En este artículo se defiende la necesidad de apertura como única y válida opción para que la gente confíe en la opción socialista.
Hay veces que da vergüenza ajena cómo algunos personajes, rancios y viejos responsables políticos, siguen queriendo manipular, chantajear y ofrecer espacios de supervivencia al ritmo de un partido que si no se abre, acabará ocupando rincones marginales.
Nada es más vergonzoso que pelear por uno mismo y por su propio interés, desde una herramienta nacida para transformar la sociedad. El PSOE en sí mismo no sirve para nada sino es para cambiar las estructuras que perjudican a la gente. Un organismo muerto, inerte y un congreso de carácter soviético habrían inmolado cualquier futuro promisorio para un partido en el momento más trascendente de su historia. No se inmola quien pide la voz para la gente, sino quien se cierra para seguir viviendo de los demás.
Contra la "jugada" de posponer las primarias abiertas y la oscuridad del “aquí solo votan los delegados”, se opuso Eduardo Madina y su decisión provocó una ola de apoyos que acabaron por forzar la realización de un congreso abierto. Por fin, después de 135 años de historia, el PSOE se decide a que cada militante vote en libertad la opción que responda a un socialismo del siglo XXI.
Todos los postulantes son necesarios, pero por encima de cualquier estratagema, lo imprescindible y allí radica el giro transformador del #UnMilitanteUnVoto, es la voz de los militantes que se parten la cara por un partido que a efectos nacionales ha dejado de parecerse a ellos: esfuerzo, frontalidad, transparencia, ciudadanía; así es la gente y así debe ser el PSOE. Algunos seguirán en la fontanería para intentar salvarse, sin darse cuenta que su tiempo acabó, pero si el partido se cierra en sí mismo, no se salvará nadie.
Aquí se había sentenciado lo de Congreso Cerrado para pocos, aquí se había intentado el manejo vergonzoso de algunos que quisieron alinear a todo el mundo detrás del personalismo único, pero aquí también hubo quien dio un puñetazo en la mesa para devolver el Partido a sus auténticos propietarios, la militancia.
Especialmente orgulloso me siento, como militante, de Guillermo Fernández Vara que, al no aceptar imposiciones, demostró que frente a los que usan el Partido para sus tronos particulares, están los que como él, sirven al interés general y son uno más en la suma de voluntades empeñadas en trabajar por la ciudadanía.
Parece mentira que hayamos tardado tanto, pero no está mal que en este tiempo de vacío y populismo, sepamos que aún tenemos líderes capaces de asumir el cambio como mandato imperativo de los tiempos y de la gente.
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