Ni que decir tiene que una bajada real del desempleo es siempre una buena noticia. No obstante, de allí a afirmar que es un “sueño” trabajar en condiciones infrahumanas, doce horas por 400 euros, pienso que, por cínica, la lindeza de Rajoy no es menos sorprendente.
Una bajada real del desempleo sería, como decía antes, una evidente causa de satisfacción colectiva, si las condiciones respetaran los derechos laborales que se le supone a un país europeo del siglo XXI y no fuera producto de una reforma laboral que nos aboca a relaciones de trabajo esclavistas, carentes de humanidad y solvencia en el tiempo.
En el franquismo existían los del exilio de fuera y los del exilio interior. Para los gobiernos de Rajoy y Monago tales categorías vienen como anillo al dedo. Ochenta y cinco mil españoles dejaron de estar afiliados a la Seguridad Social y otros tantos de miles de jóvenes se han exiliado en una búsqueda desesperada por un futuro que la política del PP les niega. Los seis millones de parados reales, según el INE, que hay en nuestro país, esperan una oportunidad justa de desarrollo individual para ellos y sus hijos, que ni Rajoy ni Monago les saben dar.
No hay forma de entender la astrología desesperada de un gobierno que continúa empujándonos hacia una sociedad irrespirable, cada vez más desigual, carente de justicia, donde la impunidad brilla en las sensaciones diarias de la ciudadanía y donde quieren imponer un modelo que reniegue del desarrollo social como cohesión.
De nada nos vale vivir en un país que cuando crezca, si crece según este modelo, lo hará abriendo la brecha entre ricos y pobres, entre escuela pública y privada, entre hospital público y privado. Si las bases de cualquier progreso matemático no tienen su correlación en la igualdad de oportunidades para sus ciudadanos, seremos simples súbditos agradecidos por el “día de las limosnas” al que, el monarca de turno, nos relegará como pobres súbditos de una corona decadente.
En el año que comienza, tenemos el reto de contribuir, con ideas, proyectos y un marcado afán constructivo, a que sea real el deseo de la gente de construir una sociedad basada en la igualdad, recuperando el valor del Estado como garante de lo público, de la justicia social, de la equidad, del desarrollo social, de las libertades individuales, en definitiva un Estado donde la ciudadanía sea la razón, el fundamento y la justificación del mismo.
La labor es ardua y es en cada uno de nuestros pueblos y ciudades donde nos empezamos a jugar el futuro y ahí estaremos, con la gente, cambiando el destino que nos quieren imponer, para volver a reconstruir una sociedad basada en el principio de igualdad y donde el desarrollo social sea el referente que marque el camino.
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